domingo, 18 de octubre de 2009

Tiempo

¿Qué clase de operación psíquica rige la vida del hombre cuando está sujeto a cambios? Los cambios son aquello que nos da la impresión de estar en un tiempo dinámico y múltiple. Sin los cambios, perecemos sumidos en la desesperante rutina que rige los días. Siempre es más cómodo aceptar el orden de las circunstancias con una heroica capacidad de adaptación. Estamos aquí, un poco dormidos, mirando el transcurrir sin afectarlo con el pensamiento. Los que decidimos pensar en el tiempo tenemos la batalla perdida, es posible que nuestras vidas sean un poco más tristes que aquellos que deciden no abandonarse a ese pensamiento. Puedo decir que desde hace tres años, el problema del tiempo es lo único que me preocupa. Lo he pensado, sobre todo, en relación con el arte. La cuestión es simple: el pensamiento del tiempo angustia porque nos recuerda en automático nuestra finitud. Entonces, personalmente, me he dedicado a pensar contra el tiempo. Mi pensamiento no es una rebelión. Es únicamente una búsqueda: pensar contra la sucesión quiere decir que no me resulta de todo lógica la forma en la que la sucesión ordena, regula y configura, sobre todo, la historia. La forma de relatar la historia y la manera en la que yo, como individuo y sujeto, me inserto en ella, me parece muy sospechosa porque he tenido otras experiencias en las que he podido percibir una ruptura del tiempo cronológico. Esas experiencias son muy concretas, en particular citaré una: una tarde en la que estaba fuera del país y miraba una escultura por la que tengo una inusitada afición. En aquel momento todo lo que pensaba sobre el tiempo se desmoronó y comprendí aquello que había leído en ciertos textos. Recordé también que esa sensación la había tenido en otras ocasiones: una vez al contemplar un río, otra, mirando los ojos de alguien que amé. También se había suscitado al contemplar ese recorrido del poeta en un estanque vacío y con una vela encendida en Nostalgia de Tarkovski. ¿Cuál era la sensación? La impresión de que todo quedaba reducido a un sólo instante y que en ese instante estaba lo absoluto, lo eterno y yo, por fin, era toda historia, todo hombre, todo gesto, toda paradoja, todo cambio y toda discontinuidad. Es extraño asir, a través de la experiencia, la contradicción del pensamiento, porque es posible que siempre la experiencia contradiga al pensamiento. Y, sin embargo, ha sido posible su eterna convivencia en el ser de Occidente.
Pese a que en este fragmento reduzco la problemática que me ocupa a someras observaciones, alcanzo a intuir ya lo que estos pensamientos me revelan, y ello es, justamente, que no se ha agotado ni su pensamiento ni su experiencia. Ambos sujetos a los cambios que mi propia reflexión vaya compendiando conforme aglutine saberes. Es todo. Mi tiempo no está agotado, sino sujeto a sus propios cambios.