viernes, 31 de octubre de 2008

Maurice Blanchot dice:

La paciencia, perseverancia demorada.

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Cuando todo está dicho, lo que queda por decir es el desastre, ruina del habla, desfallecimiento por la escritura, rumor que murmura: lo que queda sin sobra (lo fragmentario).


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La interrupción de lo incesante: esto es lo propio de la escritura fragmentaria: la interrupción teniendo, por decirlo así, el mismo sentido que aquello que no cesa, ambos siendo efecto de la pasividad; allí donde no impera el poder, ni la iniciativa, ni lo inicial de una decisión, el morir y vivir, la pasividad de la vida, escapada de sí misma, confundida con el desastre de un tiempo sin presente y que soportamos mientras tanto, espera de una desgracia no por venir, sino siempre ya sobrevenida y que no puede presentarse: en este sentido, futuro, pasado están condenados a la indiferencia, por carecer ambos de presente.

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<>. Palabra simple. Exigía mucho. La paciencia ya me ha retirado no sólo de mi parte voluntaria, sino de mi poder de ser paciente: puedo ser paciente porque la paciencia no ha gastado en mí ese yo en que me retengo. La paciencia me abre de par en par hasta una pasividad que es el <>, que abandonó por tanto por tanto el nivel de vida en donde pasivo sólo se opone a activo: asimismo caemos fuera de la inercia (la cosa inerte que sufre sin reaccionar, con su corolario, la espontaneidad viviente, la actividad puramente autónoma) <>. ¿Quién no dice esto? Nadie puede decirlo y nadie puede oírlo. La paciencia no se recomienda ni se ordena: es la pasividad del morir mediante la cual un yo que ha dejado de ser yo responde por lo ilimitado del desastre, aquello que no recuerda presente alguno.

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LLAMO DESASTRE LO QUE NO TIENE LO ÚLTIMO COMO LÍMITE: LO QUE ARRASTRA LO ÚLTIMO EN EL DESASTRE.

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El desastre no me cuestiona, sino que levanta la cuestión, la hace desaparecer, como si <>, con ella, desapareciera en el desastre sin apariencia. [...] No hay <> para experimentarlo, sino porque no podría experimentarse, ya que el desastre siempre tiene lugar después de tener lugar.

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QUE LAS PALABRAS DEJEN DE SER ARMAS, MEDIOS DE ACCIÓN, POSIBILIDADES DE SALVACIÓN. ENCOMENDARSE AL DESCONCIERTO. CUANDO ESCRIBIR, NO ESCRIBIR, CARECEN DE IMPORTANCIA, CAMBIA ENTONCES LA ESCRITURA -TENGA O NO TENGA LUGAR; ES LA ESCRITURA DEL DESASTRE.

[...]

No sé cómo llegué a esto, pero puede que llegue al pensamiento que conduce a mantenerse a distancia del pensamiento; porque esto da: la distancia. Mas ir hasta el final del pensamiento (bajo la especie de este pensamiento del final, del borde), ¿acaso es posible sin cambiar de pensamiento? Por eso esta conminación: NO CAMBIES DE PENSAMIENTO, REPÍTELO, SI PUEDES.



MAURICE BLANCHOT. LA ESCRITURA DEL DESASTRE.

jueves, 9 de octubre de 2008