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Cuando todo está dicho, lo que queda por decir es el desastre, ruina del habla, desfallecimiento por la escritura, rumor que murmura: lo que queda sin sobra (lo fragmentario).
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La interrupción de lo incesante: esto es lo propio de la escritura fragmentaria: la interrupción teniendo, por decirlo así, el mismo sentido que aquello que no cesa, ambos siendo efecto de la pasividad; allí donde no impera el poder, ni la iniciativa, ni lo inicial de una decisión, el morir y vivir, la pasividad de la vida, escapada de sí misma, confundida con el desastre de un tiempo sin presente y que soportamos mientras tanto, espera de una desgracia no por venir, sino siempre ya sobrevenida y que no puede presentarse: en este sentido, futuro, pasado están condenados a la indiferencia, por carecer ambos de presente.
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LLAMO DESASTRE LO QUE NO TIENE LO ÚLTIMO COMO LÍMITE: LO QUE ARRASTRA LO ÚLTIMO EN EL DESASTRE.
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El desastre no me cuestiona, sino que levanta la cuestión, la hace desaparecer, como si <
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QUE LAS PALABRAS DEJEN DE SER ARMAS, MEDIOS DE ACCIÓN, POSIBILIDADES DE SALVACIÓN. ENCOMENDARSE AL DESCONCIERTO. CUANDO ESCRIBIR, NO ESCRIBIR, CARECEN DE IMPORTANCIA, CAMBIA ENTONCES LA ESCRITURA -TENGA O NO TENGA LUGAR; ES LA ESCRITURA DEL DESASTRE.
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No sé cómo llegué a esto, pero puede que llegue al pensamiento que conduce a mantenerse a distancia del pensamiento; porque esto da: la distancia. Mas ir hasta el final del pensamiento (bajo la especie de este pensamiento del final, del borde), ¿acaso es posible sin cambiar de pensamiento? Por eso esta conminación: NO CAMBIES DE PENSAMIENTO, REPÍTELO, SI PUEDES.
MAURICE BLANCHOT. LA ESCRITURA DEL DESASTRE.