lunes, 5 de marzo de 2007

la experiencia del error

Estoy en un punto. De pie en un punto cualquiera. A mi alrededor hay una explanada donde el movimiento se dispersa atómico en múltiples direcciones. Si cambio mi posición, si camino, si volteo, si miro, el movimiento de todo lo otro se vuelve enteramente subjetivo. Los que se van alejando de mí están llegando a su vez a otro punto, los que vienen pronto se irán si vuelvo a moverme. La distancia entre los cuerpos es enteramente subjetiva; todo cambia en un instante: los colores, las formas, las personas. Hay, por consiguiente, un sólo instante presente: único, instantáneo, absurdo..., estúpido casi, que termina inmediatamente para dar cabida al siguiente y al siguiente (que todavía ¡no es un pasado total!), sino una suerte de presente prolongado, obtuso en su incensatez pero completamente verdadero y "único". Ese presente, irrepetible e irremediable a la vez, me hace canjear ángulos infinitos con todas las cosas que me rodean; la percepción alucinante en su seca e infranqueable verdad se inserta en lo que soy yo: aquí, por primera vez y desde siempre. En esta explanada que está diciendo todo lo que pudo decir, sólo cabe preguntar: ¿Estoy en una especie de ensueño? No, estoy haciendo el mundo inteligible.

(Este breve párrafo es parte del plagio al que diariamente acudimos para escribir. Véase a profundidad: Einstein, Husserl, Euclides, San Agustín... etc.)

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